jueves, 24 de julio de 2014

Imagen cultural

El espacio social y personal como construcciones sociales

“No te alejes tanto de mí…”
Así como existen reglas para la lengua, todos los sistemas de comunicación tienen las suyas propias. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las pautas de ciertos lenguajes no son tan claras como las de un idioma formal. Pero no por eso dejan de funcionar: cuando vemos una película o un programa de televisión, sabemos cómo hacerlo, y no porque esté inscripto en nuestros genes, sino porque hemos aprendido las reglas para verlos. Lo mismo sucede con los espacios, en el ámbito de la comunicación corporal y social: a pesar de que no esté escrito en ningún manual, no caminamos por la calle empujando a las personas o gritando desaforadamente en un colectivo o en un tren. Nos manejamos con pautas de distancias mínimas (¿quién no se sintió incómodo cuando alguien se le acercó “más de lo normal”?) y con una distribución determinada de los objetos en el espacio (al entrar en una habitación con un pizarrón en el frente y una serie de bancos mirando hacia ella, todos deducimos que se trata de un aula).
Lo que muchas veces asumimos como “natural” es en realidad una serie de pautas culturales y sociales aceptadas por una sociedad en un momento histórico. Aquello que nosotros solemos considerar como “normal” no es más que el conjunto de reglas y normas practicadas por el mundo occidental en esta etapa histórica.
Las reglas del uso y la distribución del espacio son el campo de estudio de la proxémica (relacionada con la proximidad, el contacto, etcétera), y la kinésica se encarga de los movimientos e incluso, de los gestos corporales. Y son todas estas reglas las que nos marcan y delimitan el espacio social y personal, reglas que aprehendemos (y aprendemos) en lo cotidiano, en el transcurrir de nuestra vida en sociedad.


Percepción: ¿qué ves cuando me ves?

A través de la percepción tomamos conciencia del mundo que nos rodea: es fundamental con respecto al modo de conocer y re-conocer nuestra realidad. Las “herramientas” que hacen que el hombre pueda percibir las cosas que hay a su alrededor son los sentidos (el olfato, la vista, el gusto, la audición, el tacto), que producen una percepción particular en cada hombre, propia de su subjetividad, de su manera de mirar el mundo. De hecho no todos los seres humanos pensamos lo mismo sobre las mismas cosas, eso es lo que nos hace únicos frente a los demás.
La relación de la precepción con el espacio y con el tiempo nos permite ir construyendo el propio saber sobre el mundo. Es ella la que nos permite por un lado “ser” parte del entorno y por el otro, tener plena conciencia de él. Y aquí es donde entramos en un tema complejo, ya que este mundo se ha transformado gracias a la evolución generada por el hombre en un lugar donde todo cambia y se diversifica. 
Los sentidos del hombre no son máquinas que lo registran todo. Los sentidos están culturalmente educados. Cada cultura enseña a ver (percibir) de determinada manera los objetos. Un diseñador gráfico o publicitario sabe muy bien que al diseñar una campaña gráfica debe respetar los códigos comunitarios más difundidos, utilizando imágenes o recursos que culturalmente el público pueda comprender. Sin este re-conocimiento de lo percibido no se producirá la comunicación.
En un estado primitivo el hombre se relaciona con la naturaleza, y esa relación es en cierto modo más directa. A medida que su cultura se transforma, dicha relación cambia: se inventan herramientas, se construyen viviendas, se hacen descubrimientos científicos y tecnológicos, y ese “estado natural” es reemplazado por un hombre distinto que mira un mundo distinto. Entonces, la relación con esta “nueva naturaleza”, con su entorno cultural, se caracteriza por los paradigmas (modelos que se toman como validos) que se dan en un lugar y en un momento determinado. Por ejemplo, en la Grecia Antigua, la mitología brinda una visión muy diferente al paradigma científico de nuestra cultura o al paradigma mediático actual. Los griegos miraban y explicaban el mundo a través de los mitos (por ejemplo, el origen del fuego por el mito de Prometeo, el titán que robó el fuego del cielo y se lo dio a los hombres).
Otro ejemplo de paradigma es la visión del mundo de los europeos hasta el siglo XV. Popularmente se creía que el mundo estaba sostenido por elefantes parados sobre una tortuga, y por eso existía el temor a “caerse del mapa” (a un abismo) y tantas otras opiniones que hoy nos resultan ridículas. Cristóbal Colón destronaría este mito, probando la “loca idea” –sostenida desde la Antigüedad por los científicos griegos Eratóstenes en el siglo III a.C. y Ptolomeo en el siglo II d.C.- de que el mundo es redondo.

Algunas teorías sobre la percepción

La visión naturalista de la percepción se remonta al siglo XVII y sostiene la idea de que lo que percibimos es un “reflejo” de lo que nos rodea. Nuestra percepción del mundo se concibe como la manera de captar las cosas externas, que son objetivas e idénticas para todos. Las influencias provenientes del exterior (físicas y químicas) estimulan nuestros órganos sensoriales y son transmitidas, a través de impulsos nerviosos, hasta nuestro cerebro, donde generan (de un modo aún no explicado) representaciones de los objetos externos.

Esta visión no toma en cuenta que en el proceso de la percepción hay una instancia fundamental que es subjetiva y emotiva. De aquí deriva una característica fundamental, que es su individualidad. Esto significa que la percepción del mundo es individual: podríamos compararla con un cofre que se va llenando a través del tiempo con diferentes sensaciones –percibidas por medio de todos nuestros sentidos- y el proceso mental que estas sensaciones producen. Es muy importante señalar esto, ya que en nuestro mundo actual, el sentido privilegiado parece ser la vista, que sin embargo no brinda una apreciación completa del mundo que nos rodea. Como se dice popularmente, “ojos que no ven, corazón que no siente”.

La Gestalt (Psicología de la forma) es una de las pocas corrientes del pensamiento contemporáneo cuya teoría ha modificado la aproximación del hombre al mundo de la forma, es decir, a la estructura, al movimiento, al espacio y también al mundo visual.
Para facilitar la comprensión de lo que vemos, la percepción organiza los objetos en estructuras que los diferencian unos de otros por distintas características. Según la Gestalt este ordenamiento de las imágenes que percibimos obedece a ciertas leyes que son válidas para todos los hombres, aunque varíe su forma de percibir según la cultura de la comunidad. Estas leyes muestran el modo en que se pueden distinguir figura y fondo, la forma en que agrupamos cosas semejantes (si hay distintos elementos en un cuadro, la vista tiende a agrupar aquellos que se parecen por el tamaño, por el color, por la forma o por la proximidad), o la tendencia de cerrar formas incompletas y a verlas de manera más simple.


          



En referencia a la percepción de las imágenes o textos visuales, Nelly Schnaith sostiene que

“no hay ojo inocente (…) El ojo llega a su ejercicio y a su obra cargado de un <<saber>> (…) Dicho de otro modo: en la mirada inmediata ya se cuelan, desde siempre poderosos prejuicios, en su sentido etimológico más que moral, de orden personal, histórico y cultural”.

La reflexión nos aclara que los factores que se ponen en juego no son solamente sensitivos. Las emociones y lo individual, como ya lo señalamos, van a jugar un papel central. También tenemos que tener en cuenta que la pertenencia a un determinado tipo de cultura va a actuar como un factor predeterminante.



*Fragmento del Capítulo IV del libro "Cultura y Comunicación", Teresa Eggers-Brass y otros, Editorial Maipue, 2005.

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