miércoles, 13 de agosto de 2014

Comunicación y cultura

Viejos conocidos: ¿Cómo nos comunicamos?

En nuestra sociedad existe una tendencia a privilegiar a los medios masivos de comunicación como centro de la cultura contemporánea. Parece que no podemos evitar este “mediocentrismo”, hoy llevado a su extrema expresión: “la vida misma” (!) a través de los reality shows (que aparecen en televisión y generan un gran número de productores editoriales y comerciales). En este capítulo nos proponemos reflexionar sobre la relación entre los procesos de comunicación y cultura, sus efectos y su funcionamiento en la sociedad.
Es fundamental recordar que para comunicarnos, creamos el lenguaje y una serie de signos que utilizamos en la vida social. Ahora recorreremos las distintas teorías sobre la comunicación y más adelante estudiaremos los medios masivos.

Modelo “telegráfico” de la comunicación
Es usual, aunque incorrecto, que consideremos a la “comunicación” como sinónimo de la “transmisión de información”. ¿Por qué incurrimos una y otra vez en este error? Sin dudas, esto está relacionado con las primeras ideas sobre la comunicación y la teoría matemática de la información, de los pensadores norteamericanos Claude E. Shannon y Warren Weaver. Las miradas iniciales –derivadas de los adelantos “técnicos” para transmitir información, tales como el telégrafo y l teléfono- se ocupaban fundamentalmente de la calidad de recepción del mensaje, evitando los ruidos y la entropía (“perdida de la información”), porque lo fundamental era el rendimiento técnico de esa transmisión, pensando en términos cuantitativos. Conocido como “modelo telegráfico de la comunicación”, nace en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, vinculado a las transferencia de mensaje bajo forma de señal codificada y los códigos secretos de codificación y decodificación. Es un modelo muy simple que no puede explicar todas las situaciones de comunicación, ya que la reduce a la “transmisión de información”. Es obvio que el sentido social de la comunicación no tiene un lugar importante en este esquema. Lo fundamental es la llegada de “datos” de manera correcta. De ahí se deriva el modelo clásico de comunicación que se suele estudiar en Lengua:



En este modelo, la “comunicación” aparece como un proceso lineal en el cual una fuente de información envía un mensaje (que puede ser alterado por el ruido) y que llega, en general con alguna modificación a partir de ese ruido, al receptor o destinatario. A veces, se agrega la posibilidad de que el emisor y el receptor intercambien sus roles recíprocamente. Pero este esquema no nos alcanza para comprender los procesos de comunicación en la sociedad, ya que se trata sólo de un recorte puntual de una situación mucho más compleja. El modelo telegráfico presenta las situaciones de comunicación excluidas de todo contexto, entre un emisor y receptor separados de su entorno cultural, social, grupo de pertenencia o de referencia (clase o subcultura).
Es útil para entender las primeras ideas sobre una situación comunicativa desde el punto de vista de la lengua (la comunicación interpersonal básica), pero debemos ampliarlo para comenzar a visualizar la comunicación social en su profunda dimensión.

Es ser humano tiene, además de sus características biológicas, un entorno cultural que crea y recrea todo el tiempo. Su propia cultura lo condiciona tanto como sus rasgos innatos. Es por eso que, a través del desarrollo de su capacidad simbólica, el hombre puede comunicarse y entenderse con los demás individuos. 
Una vez más, el estudio de la lengua viene en nuestra ayuda: conocemos el signo lingüístico, componente básico de la teoría del lingüista suizo Ferdinand de Saussure, quien lo plantea como “dos caras de la misma moneda”. Se trata de un signo que consta de dos componentes: el significante, que es la forma física del signo como la percibimos a través de nuestros sentidos (por ejemplo, el sonido de una palabra o la apariencia de las letras que la componen), y el significado, es decir el concepto mental que tiene el que emplea el signo de aquello a lo que ese signo se refiere (por ejemplo, la idea que tenemos en nuestra mente al emplear la palabra “mesa”).  Estos componentes están unidos por un lazo arbitrario, y su existencia no es completa sin el otro.
A pesar de que las ideas de De Saussure fueron bastante aceptadas en su momento, se refieren básicamente al funcionamiento de la lengua, dejando afuera aspectos muy importantes del funcionamiento social de los signos.
En realidad, su verdadero aporte consiste en haber planteado los puntos de partida para el estudio de los signos y la semiología y/o la semiótica. Hubo varios teóricos que, continuando el camino de De Saussure o de manera independiente, platearon algunas ideas que ampliaron aquella compresión inicial del funcionamiento de los signos. Tales son los casos de Charles Sanders Peirce y Roland Barthes.
Pero, ¿qué es lo que entendemos por comunicación? Nos proponemos entender la comunicación más allá de las palabras, en términos culturales. En toda situación de comunicación hay interacción, una relación, un proceso de intercambio. El cuerpo, los gestos, los colores, las imágenes, los silencios y hasta la distancia entre las personas comunican algo y significan algo en la cultura que comparten. 
La comunicación social es el conjunto de intercambios de sentido en una sociedad – y no la mera transmisión de información -, el sentido en la comunicación no nace solamente de un código como en el modelo telegráfico, sino que es producto de interacción.
Necesitamos una unidad mínima de la cual partir para relacionar su funcionamiento con el contexto, los conocimientos previos de los actores sociales, etcétera. Esa unidad es el signo. Los signos nos interesan porque son la unidad de sentido que permite comprender cómo funciona un sistema simbólico determinado y cómo nos comunicamos en la vida social. Los signos pueden ser un color, un sonido, un gesto, un gráfico que representan algo o significan algo.
Como ejemplo sencillo del funcionamiento de los signos, podemos retomar una idea que aporta Barthes acerca de de una rosa: normalmente, es sólo una flor; pero si un muchacho se la regala a su novia, se convierte en signo (porque se refiere a la “pasión romántica de ese joven”, y la chica reconoce esa referencia).

La realidad por tres: Charles Sanders Peirce
Peirce trabajó en la misma época que Saussure, pero en Estados Unidos, y sus ideas no fueron retomadas hasta varios años después. De hecho, murió sin que su trabajo fuera reconocido. Su teoría sobre los signos y su funcionamiento sentaron las bases para la semiótica contemporánea. 
El signo, según Peirce, consta de tres componentes; la realidad es para él, una tríada, y toda su teoría se basa en sistemas y categorías compuestas por tres elementos. Para este autor, el signo es “algo que está para alguien en lugar de otra cosa, su objeto, en algunos de sus aspectos. Y crea en la mente de esa persona un signo más desarrollado que es su interpretante”. Es decir que el signo es una representación mental  a través de la cual alguien puede conocer los objetos de la realidad.
El esquema de signo propuesto por Peirce, que funciona como un circuito en el que cada elemento se remite a y se relaciona con los otros dos:



Para comenzar a entender esto, vamos a definir cada uno de los elementos que componen:
*el objeto es la “porción” de realidad a la que puede accederse a través del signo (“…puede ser una cosa conocida existente, o un conjunto de ellas, o una cualidad o relación o hecho conocidos…”); 
*el representante o signo es, evidentemente, la representación de algo. En este sentido, debemos recordar que los seres humanos accedemos al mundo, a “lo real” a través de un sistema simbólico. El representante sería el/los “aspecto/s del objeto”, que podemos conocer a través de esa tríada en particular, pues nunca podemos acceder al objeto en su totalidad;
*el interpretante parte de la idea de Peirce de que “el significado de una representación no puede ser sino otra representación”. Es decir que se trata de otro signo, pero en este caso, es el signo que el representante produce en la mente de una persona (por ejemplo, al escuchar la palabra “perro”, todos sabemos de qué se está hablando, aunque la imagen mental que cada uno de nosotros tiene de “perro” sea diferente de las de los otros. Mi “perro” mental puede tener orejas largas y mucho pelo, mientras otro puede estar pensando en un chihuahua). Por supuesto, el interpretante se relaciona con los conocimientos y saberes comunes de una sociedad determinada. 

1 comentario:

  1. Muy bien explicado el concepto de emisor y receptor, me gusto el pensamiento de Peirce. También el desarrollo de Saurssure. Me gusto

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